UN POCO DE TRASFONDO
De todos los argumentos sostenidos por el colectivo TERF, quizás el más usado es el llamado esencialismo biológico. Y es en el que quiero ahondar, porque, como veréis, el tema me toca de cerca desde hace tiempo.
De acuerdo con el argumento biologista, una mujer trans, aunque haya recibido cirugía de reasignación no es una mujer, porque sus cromosomas y marcadores biológicos no pueden ser modificados por completo. Mientras que los lenguajes con lo que expresamos nuestra personalidad no han de ser basados en roles de género y son fruto de una construcción social (rosa para las niñas, azul para los niños), la categoría sexual está definida biológicamente en términos de nuestros órganos sexuales, aparatos reproductivos y niveles hormonales. Eso, operación mediante o no, es un hecho. ¿O no?
Cuando estaba en la universidad, recuerdo un momento en una clase de filosofía de la ciencia. Estábamos en un caldeado debate y, aunque no recuerdo acerca de qué, sí recuerdo que el argumento más usado era “está corroborado por la ciencia”. “Lo dice la ciencia” parecía absolver de pecado cualquier argumento, y alguno de mis compañeros lo lanzaba con ganas, sabiendo que no había manera de luchar contra ello. Si lo dice la ciencia, es cierto. Pero a mí algo no me cuadraba. Cuando no estoy de acuerdo con algo, normalmente empieza con una corazonada. Nunca sé al principio por qué algo no me huele bien, simplemente es así, así que me callo, escucho y espero. Siempre me lleva bastante tiempo decidir mi opinión respecto a algo, pero cuando lo hago ha sido meditado, no fruto de una corazonada. Las corazonadas pueden ser prejuicios.
A veces estas corazonadas eran verdaderas y con el tiempo conseguía las herramientas necesarias para articularlas. Mis amigos de la carrera llamaban a esto el “olfato filosófico”, que te dice por dónde tirar y te ayuda a cortar a través de todo el ruido. Nunca confié del todo en mi olfato filosófico, pero aquí estoy, muchos años después, escribiendo sobre aquello que creí ver entre las tinieblas y acabé incluyendo en mi tesina. Las tazas de Mr Wonderful son nada comparado con esto.
Pues estaba en esa clase, oyendo el “lo dice la ciencia” y entonces me atreví a decir esto: “¿No estamos poniendo demasiada fe en la ciencia?” y la clase se me vino encima. Mis compañeros se rasgaban las vestiduras: “Cómo puedes decir eso”. Lo entiendo, la verdad, ni yo misma sabía lo que decía, era solo una corazonada, y además de aquellas no tenía las herramientas necesarias para articular ese pensamiento. Me siento afortunada por haber estudiado filosofía y haberlo hecho rodeada de esas personas a las que podía lanzar ideas locas, podíamos no estar de acuerdo y discutirlo ardientemente, y luego irnos a tomar unas cervezas.
Por algún motivo esta idea se quedó conmigo, pero no tenía nada para respaldarla. El año pasado me crucé en el curso de mis investigaciones con cosas que me abrieron los ojos y, por fin, puedo poner por escrito algo de este trabajo en proceso.
ESTADÍSTICAS SOSPECHOSAS
Mi idea era que, aunque los datos resultantes de un experimento sean objetivos, las narrativas que se construyen a partir de estos datos son humanas, y la manera en la que se usen – o manipulen – los datos nunca puede ser completamente neutral.
De la misma manera que las estadísticas pueden ser maquilladas omitiendo ciertos datos e incluyendo otros. Un ejemplo reciente, este TikTok de una adolescente discutiendo con su madre sobre asesinatos a manos de policías.
La madre le dice que en 2017, 457 personas blancas fueron asesinadas por la policía de EEUU, frente a tan solo 223 negras. La hija le responde que dado que el 76% de la población es blanca y tan solo el 13% es negra. Si los dos grupos fueran disparados proporcionalmente, entonces el porcentaje de los negros asesinados sería 8%. Pero no lo es, es 24%, así que en realidad, sí que hay una diferencia significativa y los blancos, como siempre, juegan con ventaja.
Si así de fácil es maquillar las estadísticas para intentar dar la sensación de que el racismo no es un hecho, me pregunto, qué más podríamos plantearnos. Y dirás: “no es lo mismo, estadísticas mal presentadas no es comparable a teorías científicas”. Bueno, es cierto, las estadísticas son como una foto. Puedes sacar un primerísimo plano, y te perderás el paisaje. Técnicamente, si tenemos todos los datos, informaciones incompletas como la aportada por la madre del TikTok no pasarían el sesgo.
Pero, aún en el caso de tener todos los datos. Hay datos que son objetivos e incuestionables. Si tú cuentas el número de personas que han sido disparadas por policías en un año dado, en un país en concreto y esos datos han sido registrados y archivados debidamente, yo no vengo aquí a decir que esos números son incorrectos. Pero esos números son una herramienta de la que extraemos juicios o conclusiones. Y ¡Ay amigo! ese proceso es puramente humano. Y como humano, es falible. Con esto no quiero decir que la estadística u otra ciencia no sean fiables. Digo que la parte de intervención humana del proceso de hacer ciencia a menudo se olvida, asumiendo que lo que inferimos de los datos será nuestra verdad más verdadera y algo completamente objetivo. Al fin y al cabo somos simplemente humanos, y solo hay que abrir un libro de historia para saber cómo somos los humanos.
DARWIN A CONTRAPELO
El argumento transfóbico preferido es que aunque las personas alteren su cuerpo o apariencia no pueden cambiar de sexo. De acuerdo con las TERF, el sexo no puede cambiarse porque es binario. Es lo que nos dice la biología. Lo que yo propongo es favorecer lecturas alternativas de la biología.
La evolución, tal y como la hemos estudiado, es un juego de suma cero. Un ejemplo del juego de suma cero es el póker. Cuando uno tiene una buena mano y acapara todas las buenas cartas, quedan menos cartas buenas para los otros jugadores. Cuando cortas una tarta, si cortas un trozo más grande, queda menos para los demás. En un juego de suma cero, el tamaño de la tarta y el valor de las cartas en la baraja ya está establecido. Por lo tanto, evolución concebida como un juego de suma cero se basa en imposición, no colaboración. Una especie prospera por su capacidad para adaptarse y usar los recursos disponibles, y con ese poder se corta un trozo más grande de tarda. Los juegos de suma cero siempre tienen ganadores y perdedores.
Desde El Origen de las Especies de Darwin en 1859, y sus posteriores síntesis, las unidades (genes, células, organismos, especies, ecosistemas) se describen en competición unas con otras. La teoría de Darwin va sobre la adaptación al medio: dentro de un grupo de población se producen mutaciones, y si estas mutaciones mejoran la adaptación al medio y la competitividad de la especie en su entorno, esa mutación se adopta y pasa a formar parte del tejido biológico de la especie.
La selección natural es una lucha por la supervivencia, y la teoría de la evolución es una historia de lucha. El rey de la selva lo es porque está por encima en la cadena alimenticia. Pero la síntesis moderna del darwinismo flaquea cuando hablamos de simbiosis, de especies que colaboran entre sí. La teoría darwinista está preparada para explicar la superación especista, la dominación, la lucha. Le cuesta más explicar la colaboración, la coexistencia. (Más de esto en Van Dooren y Despret en referencias).
En los últimos años se ha empezado a hablar de biologías alternativas. El ritmo al que destruimos nuestro planeta empieza a hacer pensar a los académicos que quizás estamos enfocando todo mal y a cuestionarse que quizás nuestra percepción del mundo en términos de lucha y dominación podría no ser la más beneficiosa.
ORQUÍDEAS Y ABEJAS
¿Entonces, qué pinta tendría una narrativa alternativa al darwinismo? Aquí he de reclutar la ayuda de Carla Hustak y Natasha Myers, cuyo fantástico artículo “Involutionary Momentum” me abrió los ojos, y la de Donna Haraway, que siempre está un paso por delante de todos nosotros.
El tema va de orquídeas. Es un dato curioso que las flores de las orquídeas se asemejan a los genitales femeninos de los insectos que las polinizan. Los machos de esta especie se acercan a las orquídeas atraídos por la forma, los colores y las feromonas que desprenden estas flores. ¿Cuál es la explicación de este fenómeno? Según el neodarwinismo, es un mecanismo de engaño. Una planta tiene como objetivo reproducirse, y, al estar anclada en un sitio, necesita la ayuda de insectos que transporten los granos de polen. En el caso de las orquídeas, el neodarwinismo dice que asemejarse a los genitales femeninos es una trampa, un engaño biológico en el que la planta explota al insecto. La orquídea engaña y consigue una ganancia.
Y aquí viene la parte más delicada que Haraway expresa bellamente. Las narrativas de biología alternativas como la que exponen Hustak y Myers abren nuevas puertas a nuestra manera de ver la ciencia:
“Las historias de mutación, adaptación y selección natural no son silenciadas, pero son tan ruidosas como para ensordecer a los científicos. (…) algo más complejo se oye en la investigación a través de diversos campos. Esto requiere leer con nuestros sentidos afinados a historias que se cuentan en planos que antes habían sido silenciados”. (Donna Haraway, Staying with the Trouble: Making Kin in the Chthulucene, p. 69)
Lo que Haraway quiere decir es que las biologías alternativas no eliminan los datos recabados, simplemente construyen una nueva historia con esos datos. Historias que siempre han tenido mucha importancia, como la lucha por la supervivencia no son eliminadas, pero otras a las que no se les concedía ningún espacio ahora son escuchadas. Esta lectura es una visión de plantas e insectos con vidas entremezcladas. En vez de utilitarismo y adaptación, improvisación y colaboración.
Quizás esto sea demasiado complejo o abstracto. Vamos a usar un cómic. Hay una especie de orquídeas, la ophrys apifera, cuyas flores no atraen a ninguna abeja. Esto es porque las flores se asemejan a una especie de abejas que está extinta. Al no poder colaborar con la abeja, la orquídea se poliniza a sí misma, lo cual es una forma de retrasar lo inevitable. Tarde o temprano, esta orquídea dejará de existir. Nada queda de la abeja extinta, pero sabemos que existe y sabemos su aspecto por la flor de esta orquídea. El cómic dice “es una idea de la apariencia que la abeja hembra tenía para una abeja macho, interpretada por una planta. De modo que la única memoria de la abeja es una imagen pintada por una flor que se está muriendo”.
CONCLUSIÓN
Esto me hace pensar. Me hace pensar que cuando consideramos el mundo no desde la perspectiva de nuestra historia como la especie dominante del planeta, sino en términos de afectos, de relaciones entre especies y de coexistencia, la historia cambia por completo. Con los mismos datos, hemos pintado un retrato muy distinto.
Desde que leí sobre las orquídeas, llevo tiempo dándole vueltas al tema. Sabía que lo de la orquídea no era aplicable solo a las orquídeas, o solo a la biología. Sabía que esto abría la puerta a infinitas posibilidades de mirar el mundo. Esas oportunidades surgen a la vuelta de cada esquina, pero necesitan de una mirada al mundo más abierta, más soñadora, y menos ortodoxa.
Y por qué no poder aplicar lo de la orquídea a los sexos. Cuando las TERF dicen que hay dos sexos biológicos y PUNTO, yo estoy escuchando a Donna Haraway diciéndome al oído que aunque los determinantes biológicos que diferencian el sexo están ahí, sus relatos no me hacen sorda a formas alternativas de sexualidad, identidad y convivencia. Estos caminos se están configurando aquí y ahora, y cada día nos enseñan algo. En vez de hacer oídos sordos, deberíamos escuchar.
Sexos binarios son un relato darwinista donde reproducción y perpetuar la especie es el objetivo. Vamos a escuchar otros relatos ahora. Si podemos ver a la orquídea por algo más que su engaño, también podemos ver los sexos por algo más que su mera función reproductiva. Si no lo hacemos es ver un primerísimo plano y perderse el paisaje.
Decir “hay dos sexos” y poner un link a un artículo sobre anatomía humana, como hacen muchas TERFs, no va a ser negado. Pero después de las orquídeas, después de Hustak y Myers y después de Haraway, yo ya no estoy sorda.
REFERENCIAS
Hachadourian, Marc and Groskin, Luke “Orchids: Masters of Deception” Science Friday, April 15, 2016. https://www.sciencefriday.com/segments/orchids-masters-of-deception/
Haraway, Donna J. Staying with the Trouble: Making Kin in the Chthulucene. Durham, London: Duke University Press, 2016.
Hustak, Carla and Myers, Natasha. "Involutionary Momentum: Affective Ecologies and the Sciences of Plant/Insect Encounters." Differences 23, no. 3 (2012): 74-118.
Kuhn, Thomas. The Structure of Scientific Revolutions. Chicago: University of Chicago, 1996. (1962)
Van Dooren, Tom and Vinciane Despret “Evolution: Lessons from Some Cooperative Ravens” In The Edinburgh Companion to Animal Studies, edited by Lynn Turner, Ron Broglio, and Undine Sellbach.
hola ! me encantaron tus articulo sobre el feminismo transexcluyente, te iba a preguntar si me recomiendas más información para aprender del tema además de los recursos que incluiste? gracias !