Durante el pasado año, miré esta imagen incontables veces. Llegaron momentos en que me acostaba y levantaba pensando en ella. La primera vez que la vi fue en una clase particularmente soporífera – clases a la hora de la siesta nunca fueron lo mío – mientras la profesora pasaba las diapositivas del PowerPoint. Cuando no sabes mucho de un período concreto del arte después de un determinado número de imágenes todo empieza a parecer más de lo mismo. En el Renacimiento, los querubines y las mujeres desnudas empiezan a mezclarse. Pero cuando aprendes a mirar, todo empieza a cobrar sentido. De pronto, las curvas de las mujeres desnudas te están diciendo algo sobre el pintor, y la técnica del pincel en los querubines te ayuda a distinguir el período del que viene la obra. Una vez que te has iniciado, un pase de diapositivas se convierte en una especie de Dónde está Wally de la Historia del Arte. Si estás pensando que me entretengo con cualquier cosa: no te falta razón, no te sobra razón.
Yo creo que estaba justo al borde del conocimiento porque mientras la profesora iba pasando las imágenes rápidamente, una me despertó por completo. Esta figura con ojos almendrados y pelo rizado perfectamente articulado parecía mirar a un interlocutor invisible como si pillada en mitad de una conversación. Había algo en la imagen que no me dejaba olvidarla. Quizás era el uso de la luz, o la cercanía de la imagen, yo sentía como si estuviese experimentando una intimidad de la que no podía escapar. Me hizo sentir algo que no pensaba que fuera posible en arte renacentista: Me sentí incómoda.
No tardé mucho en buscar más información sobre la obra y cuál fue mi sorpresa al descubrir que la imagen que había visto no era de una casta joven mirando hacía un lado con modestia. El retrato era de un hombre, y ese hombre era nada menos que Jesucristo. Creo que solo un GIF podría haber transmitido mi sorpresa en ese momento. E inmediatamente tenía un millón de preguntas, a saber: ¿Por qué esta imagen me resulta tan inquietante? ¿Por qué Jesús parece una mujer? ¿Quién pintó esto? ¿Fue intencional que parezca una mujer? ¿Dónde se colgó esto?
Al final, el millón de preguntas para mí se reducen a una: A primer vista, esta imagen es de una mujer o un hombre joven. Todo parece normal: Dos ojos, una nariz, una boca y un pelazo como si se hubieran gastado un bote entero de gomina. Y aun así, yo sentía que algo en la pintura estaba mal o era raro. Sospechaba que este sentimiento no era pasajero, o aislado, y por primera vez, me dediqué a investigar una obra para descubrir el origen de un sentimiento, no una idea.
El Joven Andrógino
Esta imagen es El Salvador Adolescente de Marco d’Oggiono, datado de 1490. Me hizo mucha ilusión descubrir que la obra reside en el Museo Lázaro Galdiano en Madrid. Cuando empecé a investigar al artista, yo no tenía el starter pack para investigar arte súper oscuro del Renacimiento, pero me facilitó mucho el trabajo saber que aunque Marco d’Oggiono no fuera un artista muy conocido, tanto él como la obra estaban relacionados con Leonardo da Vinci, del que sí hay mucha más literatura académica.
El Salvador Adolescente data del período en el que Leonardo estuvo trabajando en Milán. En el taller milanés Leonardo tenía discípulos trabajando con él, a los cuales se les llama leonardescos, y d’Oggiono era uno de ellos. A diferencia de otros, d’Oggiono no era un joven adolescente aprendiendo las artes del oficio, sino que era un artista de pleno derecho. Probablemente el acuerdo que tenía con Leonardo era aprender del maestro a cambio de usar su experiencia para colaborar con Leonardo en las obras que le comisionaban.
En el taller milanés el retrato de hombres jóvenes y andróginos era la especialidad. Estuve mirando varias obras de los leonardescos, todos hechos con un estilo similar.
La primera imagen que encontré fue Retrato de Girolamo Casio, hecho por otro de los discípulos de Leonardo en Milán, Giovanni Antonio Boltraffio. Como El Salvador Adolescente, tiene el toque andrógino de un hombre que parece una mujer. Este retrato parece evocar la modestia y dulzura propias de una doncella de cierto estatus social.
El segundo, hecho por el mismo Leonardo da Vinci, es el conocido San Juan Bautista, en el que San Juan parece totalmente una mujer. Tiene curvas y la forma redondeada que se asociaba con el cuerpo de mujer y parece estar cubriéndose los pechos. Tiene una larga y lustrosa melena y una expresión y media sonrisa seductora dirigida expresamente al espectador.
El tercero, Angelo Incarnato, es aún más confuso. Es un dibujo de Leonardo que se relaciona directamente con San Juan Bautista por su parecido y porque es del mismo periodo. Se le llama ángel encarnado porque al parecer es una variante de otro esbozo del ángel anunciador. Si te fijas un poco, ves que en este dibujo, el ángel tiene pene, pero también tiene un pecho protuberante de mujer. Vuelve arriba y míralo otra vez. Sí, es un pene.
Experimentar con los límites de lo femenino y masculino era la especialidad de los leonardescos, y lo hacían mejor que nadie. San Juan Bautista es un hombre que parece una mujer, y una mujer bastante sexualizada. El Salvador Adolescente en cambio, es un hombre que parece una mujer pero sin carga sexual, sino de una manera sutil, atractiva y desconcertante, todo al mismo tiempo. Para mí eso es impresionante. Y paso de escuchar a Kenneth Clark diciendo que los leonardescos, especialmente Marco d’Oggiono, tienen “un estilo particularmente repugnante”. Fatal Kenneth Clark ahí.
Hay muchas teorías sobre por qué a los leonardescos les gustaban tanto los jóvenes andróginos. La preferencia por hombres jóvenes era visible no solo en arte sino también en las prácticas sexuales del Renacimiento italiano. Como expliqué en el post anterior, las relaciones homosexuales o sodomía eran comunes por aquel entonces. La unión se componía de un chico más joven, a menudo adolescente, y un hombre adulto que tomaba el rol activo en el acto sexual. Al hombre de mayor edad se le consideraba más viril, mientras que el más joven era visto como femenino. Quizás esto se pueda entender a que el cuerpo del adolescente aún no había desarrollado las características asociadas con la masculinidad, como una musculatura definida o el vello facial. Por lo tanto, no era inusual asociar hombres jóvenes con el deseo sexual, asociación que es claramente palpable en San Juan Bautista.
Lo Siniestro: Representando a Dios
Sin embargo, a diferencia San Juan Bautista, El Salvador Adolescente no tiene ninguna carga sexual. Aun así no compartiendo esta característica, encaja con el cuadro general de las obras de Leonardo y su círculo, en cuanto a que es un retrato idealizado. En los retratos idealizados, el artista se desvía de la realidad del representado para favorecer otras características. En otras palabras, aunque el retrato idealizado está representando a la persona que posa, la intención no es una semejanza completamente fiel al modelo.
Las características de El Salvador Adolescente parecen aceptablemente realistas, y aun así, la impresión que recibo de la imagen es en general inquietante. El cuidado detalle empleado en cada pelo, la piel tan uniforme y pálida e incluso una simetría digna de una peli de Wes Anderson hacen que esta imagen sea demasiado perfecta para ser real. Los detalles cuidadosamente ejecutados contrastan con el tema: se supone que Cristo aquí estaba en conversación, pero a pesar de ello no hay espontaneidad y la figura parece inquietantemente estática. Para mí esta imagen va unida al concepto de lo “uncanny” explicado por Sigmund Freud. Lo podríamos traducir como sospechoso o siniestro, pero sinceramente, no creo que esas palabras le hagan justicia.
Lo “uncanny” es aquella sensación de estar fuera de lo familiar, pero de una manera aún más complicada. Freud cuenta una anécdota de una ocasión en la que estaba paseando por las desiertas calles de un pueblo italiano en el que no había estado antes. Al parecer el hombre acabó en una calle llena de prostíbulos, con mujeres que podía ver a través de las ventanas. A pesar de haber basado su carrera en escribir sobre el deseo sexual, Freud se apresuró a salir de esa calle, pero en su paseo, cada giro que tomaba le llevaba de nuevo a la misma calle al encuentro de las prostitutas. Esta calle era desconocida para él, pero cada vez que se perdía y llegaba de nuevo al mismo sitio una sensación de inquietud lo embargaba. En esta sensación se mezclaba la sensación de falta de familiaridad, de estar perdido, con la sensación de volver a acabar siempre en la misma calle – un exceso de familiaridad que también resultaba sospechoso.
Este sentimiento de lo siniestro o “uncanny” es muy palpable en El Salvador Adolescente. Se supone que es un objeto familiar, un retrato de un joven. Y sin embargo, hay algo profundamente extraño y alienante en esta imagen. Cristo en esta imagen es representado como un adolescente, lo cual ya de por sí es poco común. La mayoría de imágenes de Cristo son en su adultez o recién nacido, pero no hay tantas a esta edad. Así que la imagen no es sexual, por lo que no funciona de la misma manera a otros retratos de los leonardescos. Pero además tiene esta cualidad de lo poco familiar. ¿Qué es en verdad esta imagen?
En mi opinión, El Salvador Adolescente toma una dirección completamente distinta al resto de retratos leonardescos. Es verdad que mantiene la cualidad andrógina que era tan popular en el taller milanés, pero lo que me encuentro singular en esta imagen es la peculiar manera de representar la divinidad.
El artista usa el retrato idealizado como herramienta para transmitir los rasgos divinos o sobrehumanos. En vez de poner un foco de luz divino iluminando al personaje, representa al propio personaje de una manera peculiar. En la imagen vemos a un hombre joven; su apariencia es humana y sus rasgos nos resultan familiar, ergo todo parece normal. Sin embargo, algo no encaja. Algo no está bien. ¿Será quizás que no es, en realidad, una persona como cualquier otra? Esa cualidad de lo siniestro (uncanny) que Freud describía, es intencional y nos está diciendo que este no es un hombre cualquiera, es el hijo de Dios.
Y al mismo tiempo, nos identificamos con él. Representado como adolescente, este es un Jesucristo representado sin la autoridad y el peso que tendría si fuese representado en su adultez, por ejemplo, bendiciendo. La imagen que vemos es incluso vulnerable. Bella. Delicada. Tierna. Destinada a ocupar el estudio de una mujer noble, esta imagen religiosa hubiera servido para ayudar a la oración, y probablemente era un objeto atesorado para el rezo privado. La impresión de intimidad del retrato se ayuda del pequeño tamaño y el fondo oscuro.
Y como resultado, tenemos a un Jesucristo adolescente que nos acerca a él tanto como se escapa de nosotros. Nos sentimos atraídos a la intimidad de su tierna juventud, tan solo para darnos cuenta de su extraña y divina naturaleza. Una frontera entre lo divino y lo humano, nada menos. Para que luego digan que solo los grandes maestros hacían grandes obras.
REFERENCIAS
Brown, Alan ‘Leonardo and the Idealized portrait in Milan’, Arte Lombarda, 67 (1983) pp.102-116
Brown, Judith C. and Davis, Robert C. (eds.) Gender and Society in Renaissance Italy (New York: Addison Wesley Longman, 1998)
Clark, Kenneth. Leonardo da Vinci: an account of his development as an artist. (Harmondsworth: Penguin, 1959) p. 51, 117. (Kenneth Clark odiando a los Leonardescos)
Corry, Maya. “An Ideal Man”. Apollo, Jun 2014, Vol.179(621), pp. 78-83
Freud, Sigmund ‘The Uncanny’, in The Penguin Freud Library (London: Penguin, 1990)
Mason, Mary Willan. “Leonardo Da Vinci: painter at the court of Milan”. (Cover Story) Catholic Insight, May 2012, Vol. 20(5), p.9(2)
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